Imagen 1. Torrecumulos. Fotografía tomada por el autor.
Tímidas o
amenazantes, altas o bajas, grandes o pequeñas, las hay para todos los gustos.
Hacen parte de la vida cotidiana aun cuando pueden pasar desapercibidas al
sistema sensorial humano por lapsos breves, e incluso largos, de tiempo. A
ratos se admira su belleza, se plasman en pinturas y canciones, se les
contempla o se les teme. Pero mucho más, con demasiada frecuencia, se omite su
valor vital.
Las nubes,
esa importante interfaz en el ciclo hidrológico terrestre, esa aglomeración de
partículas acuosas sólidas y líquidas, representan mucho más de lo que se
tiene, por lo general, en consideración. Su función en el equilibrio climático
planetario va más allá de la generación de precipitación en cualquiera de sus
variadas formas, ya sea lluvia, llovizna, chubascos, granizo, nieve, etc., y de
los ingentes beneficios que suponen estos fenómenos meteorológicos para la
biodiversidad y su subsistencia. Las nubes también son importantes por su
función en el balance térmico del planeta dado su papel como reflectantes o
absorbentes de la radiación solar y terrestre. Son importantes en la
transferencia de energía térmica en forma de calor latente y humedad a nivel
atmosférico tanto vertical como horizontalmente. Son fundamentales en la
circulación atmosférica a nivel general como regional y local mediante su
capacidad de liberación de calor latente en su proceso formativo. Pero además, a
través de sus mecanismos de formación, permiten la remoción constante de
partículas atmosféricas que pueden ser perjudiciales para el desarrollo normal
de actividades y salud humanas.
Al verlas
se subestima su valor, la fascinación por su apariencia física supera la
apreciación funcional que su papel delata. Solo en momentos y épocas cuando el
voraz apetito térmico de la atmósfera permite su crecimiento desmesurado para
luego ensañarse contra la superficie de manera violenta, entonces, ahí, en ese
preciso instante, captan el nivel de atención que un actor de su talante
merece. La puesta en escena es completa, la acompañan truenos y rayos,
precipitaciones intensas, continuas e intermitentes. Un enfriamiento repentino
invade el entorno, el viento arrecia de manera errática, la luminosidad del sol
se opaca y, en cierto momento, un estruendo inicial hace las veces de toque de
campana para que la fiesta comience. He aquí que el cumulonimbus ha dicho
presente.
Imagen 2. Rayo de luz
después de la tormenta. Fotografía tomada por el
autor.
Sus
variadas formas dan una señal, cada estado del tiempo conlleva una combinación
particular y única de su tipología. Inestabilidad o estabilidad, convección o
advección, posibilidades de precipitaciones o presagio de tiempo seco, agua o
cristales de hielo ¿Cuáles son las características asociadas a los diferentes
tipos de nubes? ¿Qué nos quieren comunicar con su presencia? He aquí dos
preguntas que requieren una acertada respuesta. Identificarlas y conocer sus
comportamientos y condiciones de formación son terreno abonado para análisis de
mayor calado. Su omnipresencia evidencia su importancia en el derrotero
climático del planeta, es inimaginable la vida sin nubes.
Los
estudios actuales sobre el progresivo calentamiento del planeta intentan
cuantificar su papel en la contribución u oposición a dicho fenómeno pero los
resultados no son claros; se conocen los mecanismos por medio de los cuales
intervienen en el balance térmico y en otros procesos atmosféricos, pero
cuantificar su incidencia en el calentamiento global es una tarea pendiente
sobre la cual se tendrá que trabajar. A futuro es uno de los temas de estudio
prioritarios; pues, en un escenario más cálido se asume una mayor cantidad de
vapor de agua en la atmósfera disponible para la formación de nubes y el papel
que jueguen estas, como hasta ahora, seguirá siendo determinante.
Su
importancia no admite dudas, acompañan el día a día de la existencia humana
aportando beneficios para su subsistencia, muchas veces calladas, pasando de
incognito; entre veces haciéndose sentir más allá de lo soportable, pero
siempre en pos de una tarea regulatoria, de balance.
Que las
nubes sigan danzando en el agitado mar de aire atmosférico.
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Nelson Vásquez Castellar
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